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Laura.
Los días seguían pasando y las cosas en mi vida marchaban bien o eso creía.
El timbre de la casa sonó y luego vi aparecer a Philips.
Yo estaba sentada en un sofá y me dediqué a observarlo durante algunos segundos.
— ¿Por qué me miras así?
Me levanté y lo empujé hacia el sofá que previamente ocupaba.
— Tuve una discusión con Raphael y fue por tu culpa.
— ¿Por mi culpa?
— Más te vale que empieces a explicarme qué fue lo que sucedió entre Jesse y tú ¿Sabes que James se fue a vivir a Inglaterra?
— Lo sé y esa fue su decisión.
— ¡Rayos Philips! Raphael dice que tú y Jesse traicionaron a James.
— ¿Y tú lo crees así?
— Sé que ellos se aman, pero no entiendo.
— Jesse lo ama, pero ahora creo que el amor que él profesaba no era tan fuerte.
— No entiendo.
— No soy yo quien debe decirte, quizá más adelante ella te explique.
Se levantó y me abrazó.
— ¿Cómo has estado Laura?
Supe que él no me diría nada más y por tal motivo no seguí insistiendo.
— Hace un mes no te veía.
— Merecía unas vacaciones.
— ¿Qué piensas hacer ahora?
— Aún no lo he pensado, pero no hablemos de mí, mejor dime cómo te va en tu trabajo.
— Bien, mi jefe es muy bueno.
— Vamos a comer algo y hablemos sobre lo que has vivido en el último mes.
Fuimos a comer pizza y lo puse al día sobre los últimos sucesos en mi vida, realmente había echado de menos a mi amigo.
— ¿Qué pasó con tus conquista? —pregunté.
— Tengo su número.
— Eres un caso perdido.
— Oye, yo aún tengo salvación.
Seguimos hablando y después él me acompañó a mi casa.
— Iré a ver a mis abuelos y quizá me quede algunos días con ellos.
— Me da gusto por ti, sé que estás intentando acercarte a tu familia.
— Cuando regrese te diré qué tan cercanos nos hemos vuelto.
— Eso espero.
Me despedí de mi amigo y entré a mi casa. Mi día de descanso no había sido tan malo como creía.
Al día siguiente me dirigí a mi lugar de trabajo y una vez más vi a Lady Gaspar y estaba en compañía de mi jefe, obviamente ellos no me vieron.
Fui a la cafetería porque había olvidado desayunar pues aún tenía algunos minutos libres.
Al entrar, pedí un batido y salí de allí.
De camino al ascensor tropecé con el hijo de mi jefe.
— Lo siento —me excusé cuando vi mi batido sobre su camisa.
— No te preocupes, no fue tu culpa.
— Tienes razón, no soy culpable.
El levantó una de sus cejas.
— Sus palabras, no las mías —dije y él sonrió.
— Te estaba esperando, ven conmigo.
Lo seguí hasta la oficina de su padre.
— Toma asiento.
Obedecí y lo vi perderse tras una puerta que era una especie de suboficina.
¿De qué quería hablarme?
Los nervios y la ansiedad pronto se hicieron presentes y aumentaron cuando lo vi salir y posteriormente sentarse frente a mí.
— ¿Tiene que ver con mi trabajo?, ¿Me despedirán?
— Sí tiene que ver con tu trabajo y no, nadie va a despedirte.
— Entonces…
— Mi padre planea abrir una sucursal de la compañía en Barranquilla, ya se empezó la construcción de las instalaciones y si todo sale bien, en octubre o quizá en noviembre, se haría la inauguración.
— Me hace feliz que la empresa se extienda, de verdad, pero me gustaría saber qué tiene que ver eso conmigo.
— Pues sé que tan solo estás comenzando aquí, pero tanto mi padre como yo hemos coincidido en que tienes mucho potencial y nos gustaría que tú seas la encargada del área de programación.
— ¿Es de verdad?
— Sí.
— ¿Por qué yo?, ¿Por qué me lo dice ahora?
— Ya te dije, tienes potencial y te informo desde ahora porque sé que tienes un motivo para aceptar y dos motivos para rechazar esa propuesta; tienes varios meses para pensarlo.
Sabía que él se refería a Raphael cuando mencionó el motivo por el que aceptaría y también sabía que se refería a mis padres cuando mencionó esos dos motivos que me llevarían a rechazar la propuesta. Pero yo estaba convencida de que mis padres me apoyarían si decidía aceptar.
— De acuerdo, lo pensaré.
— Muy bien, ahora puedes irte y empezar con tu trabajo.
Mi día laboral siguió su curso y al finalizar, regresé a casa.
Guardé mi automóvil y entré.
— Buenas noches hija —saludó mi padre.
— Hola papá, hola mamá —saludé y le di un beso en la mejilla, primero a él y luego a ella.
— ¿Qué tal tu día? —preguntó mamá.
— Se puede decir que me fue bien, ¿Ya cenaron?
— Te estábamos esperando —habló alguien más.
Giré y pude ver a Raphael, pero mi vista volvió hacia mis padres.
— ¿Estoy soñando? —pregunté.
— No —dijeron mis padres.
— No —habló él y sentí sus brazos alrededor de mi cintura.
Definitivamente no, no estaba soñando y la calidez de sus brazos me lo confirmó así que me liberé de sus brazos, pero solo para capturar sus labios.
— Jóvenes, estamos aquí —habló papá.
— Creo que ahora sí podemos cenar en familia.
Raphael.
Decidí hacer un viaje fugaz a Medellín porque necesitaba verla, había pasado una semana sin hablar o enviar un mensaje de texto.
Llegué por la tarde y encontré a mis suegros quienes seguramente habían regresado temprano del trabajo.